La inclusión educativa tiene muchas caras, muchos formatos, muchas variantes. La más obvia sea quizás la inclusión del alumnado en los diferentes ámbitos de la vida escolar: curricular, social, emocional, participativa… etc. Éste ha sido un paso imprescindible para poder hacer que cada niño y niña sea protagonista de su propio proceso de enseñanza-aprendizaje y que los diferentes ritmos sean respetados.
Otro de los pilares de la inclusión, menos frecuente que el anterior, pero no por ello menos interesante es la inclusión de las familias en la comunidad educativa. ¿Queremos decir con esto que miembros de las familias del centro entren con el profesor o la profesora a su aula a enseñar? Pues sí. Evidentemente cuanto más grande es la tribu que interaccione con las y los niños, más rico es el aprendizaje al que puede acceder, tanto en contenidos como en formas de ser y de hacer.
Hay escuelas, como Zaleo, que participaron en un proyecto llamado S.E.L.F y que hoy en día, fuera de este proyecto ya han hecho de esta forma de entender la educación su valor añadido. No siempre es un camino fácil, no estamos acostumbradas a compartir espacios educativos, pero la experiencia nos dice que los resultados son más que satisfactorios.
Al poder incluir los conocimientos de las familias en el currículum, crecen exponencialmente las temáticas sobre las que trabajar: braille, biodanza, carpintería, pilates, robótica, el arte de tejer y un sinfín de cosas más que se ponen en común y que de otra forma no hubiera sido posible abordar.
En Conectando escuelas hemos tenido la ocasión de dialogar sobre estos aspectos y muchos otro más con Ana, directora de la escuela infantil Zaleo. No te pierdas esta entrevista.
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